Valladolid por tu cuenta y en familia

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Llegamos a Valladolid por la mañana, en autobús ADO, como casi siempre. Y nos encontramos con una ciudad relajada, despejada. Insisto en esta fotografía porque por la tarde, a partir de las cinco, la ciudad se acelera y la plaza central viste su perímetro de autobuses de los que bajan grupos organizados que han visitado Chichen Itzá por la mañana. Y todo se acelera y se distorsiona. Es hora de esconderse, literalmente.

Nuestro refugio en esta ciudad fue La Casa de la Tia Micha, un pequeño gran hotel regentado por Julio, con el que ya en el intercambio previo de emails se estableció una conexión especial, que se confirmó después de nuestra llegada. Habitación que en realidad era como un apartamento con dos habitaciones…y, para deleite de mis hijos, una bañera con jacuzzi e, igual de importante para ellos, albornoces.  Ataque de risa cuando tras ponérselos nos dijeron «Mama, papa, mirad, mirad: somos ricos». Y realmente lo somos cuando viajamos (qué bien traído, ¿verdad?)

De la ciudad de Valladolid, nos quedamos con la calle de La Calzada de Los Frailes, que nos recordó, aunque con menos vida, a la calle 59 de Campeche. Restaurantes, tiendas de artesanía y fachadas multicolor en una vía que además te lleva al enorme Convento Franciscano San Bernardino de Siena, cuya fachada sirve para un mapping un poco deslucido que se ofrece cada noche. Y detalle imporante: en la plaza del centro comimos la mejor marquesita de queso con nutella del mundo conocido: la que prepara el Tio Batman (ya con el nombre nos tenía ganados).

 

Chichen Itzá

Uno de los nombres propios de nuestro viaje. Sin duda. Y eso, o quizás fue causa también, pese a numerosos comentarios de viajeros que la colocaban en un lugar intermedio en lo que a ruinas mayas se refiere: ‘parque temático’, ‘demasiada gente’, ‘el entorno no es tan selvático’… Agravantes todos ellos con los que es fácil coincidir, en mayor o menor medida. Pero Chichen Itzá es también el sitio arqueológico cuyas ruinas están mejor conservadas y por tanto, resultan más detallistas, más espectaculares. Y para nosotros, más emocionantes.
 

 
Premisa importante -decisiva incluso: entramos poco después de abrir, a las 8.30,  cuando los autocares de Cancún y Playa del Carmen aún no habían llegado (suelen hacerlo sobre las 10 de la mañana). Y fuimos con el servicio de taxi que nos recomendó Julio, gerente de nuestro hotel (diseñamos una jornada que incluía visita a Chichen Itzá  y luego el cenote Xcanahaltun). Por tanto, madrugar nos premió con muy poca gente y calor moderado, que ayudaron sin duda a que la liberación de endorfinas fuese más notoria cuando vimos la pirámide de Kukulcán,  imponente, majestuosa, viva, feroz con esas dos bocas de serpiente custodiando las escaleras … Una emoción especial, de esas de cosquilleo en la nuca y estómago encogido. Una maravilla. El resto del sitio también es muy especial por el detalle de los relieves o su espectacular campo de Juego de La Pelota. Pero Chichen Itzá es la pirámide de Kukulcán.
 

 

 

Cenote Xcanahaltun

No sé si es aconsejable visitar en el mismo día Chichen Itzá y el cenote de Xcanahaltun. Es un riesgo elevado de sufrir el Síndrome de Stendhal, de no procesar tanta belleza, una detrás de otra, sin apenas digestión. Nosotros lo hicimos, y nos saciamos de felicidad. Como nos ocurrió con el cenote Xooch, cuando bajamos las empinadas escaleras, se nos descolgó la mandíbula: orfebreria de estalactitas sobre una lámina de azules incontenibles, solo tamizados por el sol. Y nadie dentro. Silencio, porque hasta los niños se han callado. Me emociona recordarlo y escribirlo. Por eso los viajes son interminables, porque te caldean el ánimo con solo recurrir a ellos.
 

 
Elegimos este cenote por los comentarios de otros viajeros y porque al estar más alejado de Chichen Itzá, nos garantizaba, y más en temporada baja, menos gente. Igualmente, nos planteamos primero visitar el cenote Ik kil. Pero cuando el taxista paró delante y vimos, aparte de tres autocares infinitos, un mostrador iluminado y el staff uniformado blanco temático…no, vámonos please.
 

 

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