El peaje del viaje, cuando cerramos el itinerario, era Playa del Carmen. No teníamos el menor interés en la ciudad que, como confirmamos, se consume a si misma apostando por un modelo agresivo enfocado al turismo organizado, con playas masificadas y colonizadas por hoteles que se comen la arena. Pero esta parada se justificaba por nuestra idea de ir con los niños a uno de los parques temáticos de la zona. Al final, tras sopesar las opciones, reducimos la terna a Xcaret y Xel-ha (el grupo Xcaret monopoliza la oferta), decidiéndonos por el segundo, pues nos pareció que ofrecía más atractivos para los niños, enfocada toda su oferta a actividades de agua -lo que se agradecía además con el calor y la humedad imperante. El precio, elevado, como ya sabíamos -y eso que regateamos bastante: 90 euros los adultos y 45 los niños -con la diferencia a favor respecto a Xcaret de que entraba buffet libre en sus restaurantes de 9 a 17 horas. Consejo: sale mucho más barato comprar las entradas a empresas comercializadoras o revendedoras, ubicadas en la Quinta Avenida y vías anexas, que directamente en el puesto oficial de Xcaret. Una vez haces una paga y señal, te emplazan, el día elegido, en tu propio hotel para recogerte -el transporte, ida y vuelta, está incluido en el precio. Antes de subir al bus pagas el resto del importe al responsable de Xcaret, que tiene una lista con tu nombre apuntado, junto con el dinero pendiente.
El día resultó divertido y muy interesante. Tobogán gigante, bajada haciendo snorkel por un río natural, tirolinas sobre el agua, nadar cerca de rayas….y el tema del buffet libre, que a mis hijos les encanta y fue como un observatorio social de cumpleaños, familias y grupos de amigos y amigas. Y hay que decirlo, la calidad de la comida más que aceptable. Segundo consejo: no hace falta pagar por las actividades extra que ofrece el parque , que en la mayoría de casos nos parecían poco interesantes y muy caras.
Alojamiento: aquí tuvimos que improvisar porque nuestra primera opción, al acercarse el día -culpa compartida con su propietaria por no ubicarnos en el lugar- vimos que el bed and breakfast elegido estaba cerca de la selva, a 20 minutos en coche de Playa del Carmen, y su acceso implicaba una serie de indicaciones a compartir al taxista en cada ocasión. Por tanto, presupuesto extra en el desplazamiento, nervios por indicar bien al conductor y encima sin ningún restaurante cerca ni posibilidad de utilizar cocina. Por tanto, descartamos esta primera opción el día antes de llegar a Playa del Carmen y acabamos buscando in situ alojamiento. Nuestros pasos nos llevó a El Campanario, correcto en su relación calidad precio, genial en la atención de sus empleados, pero gris y triste en lo que a la habitación se refiere.