Cuando viajas vas sumando ‘lugares en el mundo’. Lugares donde te sientes especialmente bien, donde el pecho se te hincha de optimismo desde que te levantas. Oaxaca de Juárez es uno de esos lugares. Una ciudad donde siempre pasan cosas -las calendas son una maravillosa rutina en forma de pasacalles musicales con zancudos, gigantes, músicos y bailarines y bailarinas; una ciudad donde la vida tiene más color -emocional y literal, pues sus paredes son un museo contemporáneo, mención especial para el maravilloso barrio de Jalatlaco; una ciudad orgullosa de su gastronomía -solo tenéis que ir al mercado 20 de noviembre y dejaros guiar por el olfato mientras los vendedores de carne del famoso ‘pasillo del humo’ te martillean al grito de «güero, güero, acá, acá»-; una ciudad abierta a los viajeros, que los integra y los suma, no los avasalla.
Oaxaca de Juárez fue sin duda una forma ideal de empezar el viaje por México. Y el hotel Grana Bed and Breakfast, el mejor despertar posible: una belleza de casa colonial, luminosa y muy bien situada -al lado del andador turístico que es la calle Alcalá y muy cerca del majestuoso convento de Santo Domingo-, y con un patio central donde cada días desayunábamos platillos fantásticos que habíamos elegido el día anterior: chilaquiles verdes, tortillas o huevos revueltos, memelitas, tostadas de guacamole y tomate…
Lugares especiales en Oaxaca, os diría que todos. Sí. Pasead sin rumbo ni prisa. Dejaos llevar. Oaxaca se encarga.
Pero si hemos de listar, os concreto algunos, que seguro que os encontraréis o de los que os hablarán:
- La calle Alcalá, peatonal y feudo de las calendas, día sí, día también.
- El zócalo de Oaxaca, centro de la ciudad y donde sus latidos se oyen más fuerte y con más ritmo (música y baile también como norma). Todo empieza o acaba o pasa por el zócalo. Ya lo comprobaréis.
- El mercado 20 de noviembre, para perderse con ganas y para comer, aunque no las tengas. Y para que los ‘güeros’ disfruten de conversaciones con los oaxaqueños.
- Tomarse unas nieves (granizados naturales de fruta) en alguno de los puestos que hay junto a la iglesia de la Soledad (el de Tuna -nuestro higo chumbo-, adictivo).
- El barrio de Jalaatlaco, uno de los más ‘padres’ de Oaxaca de Juárez con sus murales y graffitis.
- El barrio de Xoximilco, relajado, el más antiguo de la ciudad y atravesado por un acueducto que le confiere personalidad y distinción.
Alrededores de Oaxaca:
- Monte Albán, la primera ruina prehispánica que visitamos…y nos encantó. Poca gente, temperatura ideal y espacios abiertos para enmarcar con un cielo azul infinito. Los niños, liberados. Fue además una introducción calmada y luminosa a las ruinas mayas, a las pirámides, a los juegos de pelota y los relieves que veríamos más adelante.
- Árbol del tule, cuyo tronco es el de mayor diámetro del mundo (14 metros). Impresiona. Se ubica a poco más de 10 km. de Oaxaca de Juárez. Fuimos en taxi (al ser cuatro, a veces resulta igual de económico y más práctico), aunque se puede ir también en colectivos que salen de la central de abastos, a seis calles del zócalo.
- San Martín de Tilcajete, municipio a 30 kilómetros de Oaxaca de Juárez donde se concentran diferentes familias artesanas que elaboran preciosos y preciosistas alebrijes, tallas de madera de copal que representan animales fantásticos, biformes: nosotros compramos un jaguar que por cola tiene una serpiente alada. El grado de complejidad y detalle de la pintura varía, y el precio lo hace en consonancia, atendiendo también al tamaño. Encontraréis diferentes talleres donde os explicarán y mostrarán el proceso creativo. Nosotros fuimos hasta Sant Martín de Tilcajete en un taxi compartido desde la central de Abastos.. Como el nombre indica, son taxi s-de color cereza con una franja blanca- que compartes con otro usuarios. para ir a Sant Martin de Tilcajete debes subirte a los que en el parabrisas indican destino a Ocotlan. Importante: estos taxis salen de una zona ubicada a cuatro calles del zócalo (puedes preguntar allí) y te deja en la entrada del pueblo -unos dos kilómetros, al que puedes ir caminando o bien en mototaxi. Aparte de por los alebrijes, este tranquilo municipio vale mucho la pena por sus murales y graffitis, que son una maravilla y una sorpresa constante en el paseo. Y muy recomendable comer en el restaurante Almú, tanto por la comida como por su localización, en mitad del campo, y su cocina abierta, literal además, donde verás calderos humeantes y copales ardiendo moteados por tortitas que se van volteando a mano.
- Mercado semanal o Tianguis de Tlacolula. Este mercado se celebra los domingos, y reúne comida y artesanía de los municipios del valle. Fuimos también en taxi compartido, que salía del mercado de abastos. Una experiencia, sin duda. No tanto por lo que se vende, como por el ambiente y la presencia de vecinos indígenas de los diferentes municipios del valle. La lengua zapoteca es en este mercado la vehicular entre los propios comerciantes.
- Zaachila. Elegimos este municipio por dos motivos: ver las tumbas zapotecas de su zona arqueológicas -nos las recomendó una pareja de españoles que conocimos en el hotel- y, también por comer la famosa barbacoa de chivo -nos la subrayaron todos los taxistas que conocimos. Lo de las tumbas fue imposible: lunes y martes están cerradas. Por suerte, lo de la carne compensó la frustración inicial gracias al homenaje que nos dimos, los niños incluidos, en el Cabrito de Zaachila, un negocio familiar y cálido ubicado en el mercado gastronómico del municipio. Fuimos a Zaachila en taxi compartido.