Chiapas por tu cuenta y en familia

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San Cristóbal de las Casas

San Cristóbal de las Casas fue la segunda parada y se enfrentó a la inevitable comparación con Oaxaca de Juárez. Menos luminosa y colorida, menos alegre y espontánea, nos recibió además con lluvia. Su calle principal, el andador Real de Guadalupe, nos pareció un poco estridente, un poco forzada (o superada) en su objetivo de seducir al turista. Pero es indudable el encanto colonial de ‘Sancris’, rodeada de montañas y con calles que suben y bajan como dunas. También aquí el mejor consejo es dejarse llevar. Hay menos sorpresas que en Oaxaca de Juárez, pero también hay muchos puntos de interés, como el mercado de artesanía de Santo Domingo, ubicado junto iglesia Santo Domingo, o la subida a la iglesia del cerrito, que debe su nombre a su ubicación como vigía de la ciudad.

 

Dormimos en el Hotel Rincón del Arco, en una habitación enorme con dos camas de matrimonio y vistas a un enorme jardín. Nos mimaron especialmente porque los dueños, Elsa y Daniel, son los suegros de la profesora de mi hijo mayor -la vida te da señales, ¿verdad?. Y nos mimaron en el hotel y luego en Mérida, donde también conocimos a Lucy, su nieta , en una cena en la que nos sentimos como en casa.

 


 

 

 
De los restaurantes que probamos, el que más nos gustó fue La Lupe, en la calle de Guadalupe.

Elegimos además San Cristóbal como base parea explorar parte de la región de Chiapas. Y teníamos dos excursiones subrayadas en rojo: cañón del sumidero y la iglesia de San Juan de Chamula. Y más que subrayarlas, hay que enmarcarlas, pues han sido dos de los impactos emocionales del viaje.

Cañón del sumidero

No os podéis perder este espectáculo natural, más espectacular aún desde que es navegable. Es cierto que muchas agencias os ofrecerán la opción de ver el cañón desde arriba, desde varios miradores. Pero supone cerca de dos horas de trayecto y realmente la experiencia que impacta es desde abajo, en lancha, con viento y agua en la cara. Los niños disfrutaron especialmente: pasamos por debajo de una cascada con forma de árbol de Navidad, vieron cocodrilos a cinco metros y sintieron vértigo inverso con algunas paredes verticales de hasta un kilómetro de largo. El Cañón del Sumidero es un imperdible en Chiapas, en México y en una nuestra memoria.
 

 


 
Nosotros contratamos la visita con una de las muchas agencias locales que hay. Todas ofrecen el mismo paquete y un precio muy parecido. Nosotros la realizamos con Pasión por Chiapas. Todo correcto, sin sorpresas (ni para bien ni para mal, como suele suceder con este tipo de rutas). El precio incluyó recogida en hotel, transporte en furgoneta a los miradores, luego al muelle de donde salen las lanchas, ticket para abordar y recogida y vuelta a San Cristóbal desde Chiapa del Corzo, donde finalizó el trayecto por el cañón.

 

San Juan de Chamula

Hay iglesias románicas y góticas, pequeñas, grandes, majestuosas, sobrias, luminosas. Pero todas, con excepciones, dejan poco margen al asombro o la sorpresa cuando entras, más allá de su patrimonio artístico, claro. Pero, no exagero, hay un antes y un después de entrar a San Juan de Chamula. Nuestro guía, Raúl, ya lo anticipó: ‘No estáis preparados para lo que vais a ver dentro’. Y no lo estábamos.

Con uno de los mayordomos de San Juan de Chamula, tras invitarnos a su mayordomía.

 

Plaza principal de San Juan de Chamula, con la iglesia al fondo.

 

No encontraréis fotos de lo que ocurre dentro. No está permitido hacerlas. Y mejor. Así entráis libres de enfoques de todo tipo. Dentro, la subversión: un templo católico, con santos católicos donde nada de lo que ocurre es católico.  Lo que hay, simplificando, son personas pidiendo a Dios mediante curanderos. Y velas en el suelo; e incienso quemando, botellas de Coca-Colas a medias -para facilitar el erupto litúrgico- y  pollos que muchas veces acaban sacrificados con el cuello torcido -tenedlo en cuenta porque la visión puede ser desagradable para los más pequeños.

Nosotros fuimos a San Juan de Chamula en una visita guiada., que nos parecía imprescindible para tener contexto y respuestas a los muchos ‘por qué’ que os asaltarán. Pero aún nos parece más imprescindible hacerla con Raúl, de Alex y Raul Tours (Alex es quién hace las visitas en inglés). Contactamos con él via whatsapp y la experiencia fue superior. Sin prisas, sin discursos prefijados ni bromas gastadas, Raúl te introduce en la realidad de San Juan de Chamula según tu interés y a partir del diálogo. Y luego, en el terreno, su complicidad natural con los chamula lo facilita todo. Por ejemplo, el poder entrar en el día antes de la fiesta en una mayordomía o casa del mayordomo, autoridad religiosa que organiza las celebraciones dedicadas a los santos. Y os aseguro que no hay nada preparado para el turista o viajero. Como ocurre en la iglesia de San Juan de Chamula, entras y observas, pero no alteras lo que ves. La esencia de viajar, ¿verdad?

Los niños son bienvenidos, como ocurre en todo México. De hecho, en San Juan de Chamula, en Chiapas y en México comprobamos que ir en familia desarma la timidez y dispara la curiosidad de los que te reciben. En el caso concreto de la mayordomía, la cortesía constante del posh – destilado espiritual de maíz- desbordó la complicidad, todo hay que decirlo…

 

Palenque

Palenque ciudad es gris, en color y ánimo. Ni con inercia ni actitud positiva podemos darle algo de color. Es una ciudad ‘singracia’ -así, dicho todo junto, como hace mi madre para hablar de personas que no suman. Palenque, no obstante, es la mejor ubicación para ir a las ruinas de Palenque y para visitar algunos enclaves naturales -aunque es importante tener en cuenta que la experiencia cambia mucho según si es época o no de lluvias.

Nos alojamos en Casa Hadassa, en la zona de la Cañada. Y eso si que no fue gris: la atención fue genial por parte de Israel desde el primer contacto. Y la habitación, perfecta para los cuatro y con una cocina muy bien equipada para desayunar o prepararnos o traer comida.

Entrada a Casa Hadassa, en La Cañada.

Las ruinas de Palenque

Son espectaculares, cierto. En mitad de la selva, parece que los templos luchan por salir de la maleza que se ha comido el 80% del recinto. Pero quizás por el calor y quizás porque optamos por una visita guiada que se nos hizo tediosa, la experiencia nos dejó tibios. Las expectativas no se ajustaron, digamos. Lo mismo ocurrió, en sentido inverso, con Chichen Itzá, a la que íbamos poco motivados y que, para nosotros, sin duda además, son las ruinas más espectaculares. Nosotros fuimos a las ruinas en taxi, pero los colectivos funcionan muy bien (salen de la denominada Rotonda Maya, junto a la estación de autobuses.

Releeo el párrafo anterior y suena duro o quizás hasta injusto con el sitio arqueológico de Palenque. Pero soy subjetivamente objetivo al decir que no me removió entonces ni lo hace ahora al evocarlo…Por cierto, mención para el museo…muy interesante y didáctico, con la representación de la tumba de Pakal o el ajuar funerario de la ‘Reina Roja’, entre otras bellezas.

Cascadas de Roberto Barrios y Welib Há


 

Si vais a Chiapas en época de lluvias, como fue nuestro caso, tened en cuenta que las zonas de baño de las cascadas son de color café con (poca) leche, no sabes donde pisas y las corrientes son importantes y desaconsejan meterse -sobre todo los niños. Nosotros probamos dos: Las Cascadas de Roberto Barrios y las de Welib Há. Las primeras, de las más recomendadas porque hay diversos niveles, fueron impracticables: niños aburridos, padres desesperados, ese fue nuestro día. Las segundas nos encantaron: para empezar, llegamos en taxi y no había nadie. Estuvimos casi tres horas -nos llevamos unos sandwich- y no vino nadie. Y fue espectacular la visión -y la audición- de las cascadas en soledad. Además, una pequeña cascada lateral contaba con una cuerda y unos salientes que permitían refrescarse de forma segura. El remate fue, cuando a la vuelta, en las ramas de los árboles, pudimos ver una familia de monos saraguatos, típicos de la zona. Niños encantados, padres entusiasmados, así fue nuestro día. Para volver a Palenque decidimos volver en colectivo,  por lo que nos fuimos a la carretera principal -a 600 metros de la entrada de las cascadas- y esperamos a que pasara una, al cabo de veinte minutos. Mientras los niños se lo pasaron en grande hablando con un grupo de mujeres que vendía fruta y eran incapaces de aguantarse la risa cuando intentábamos hacer una foto de grupo.
 

 

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